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Despertar con Venus en la playa de Xadani

Para Elvis Jiménez

Era la segunda vez que estaba en la capilla de la Santa Cruz del Mar, ubicada en la costa norte de la Laguna Superior, a cuatro kilomometros de Santa María Xadani. Se celebraba al Señor de Esquipulas, acudimos a tomar cervezas y a probar el caldo de pescado. A insistencia de un amigo arquitecto que quería convencerme que a unos pasos de ahí existía un asentamiento denominado Dani Lidxi Bigu, caminamos un largo kilometro. Siempre he puesto en duda los conocimientos de mi amigo, que incluso ha montado en furia cuando le rebato todos sus argumentos. Esa tarde aunque nos mintió sobre la verdadera distancia haciéndonos caminar todo aquél trayecto, valió la pena porque pudimos comprobar la existencia de lo que sería en español el Cerro Casa de la Tortuga. Apenas llegamos al lugar nuestro guía me dirigió una mirada triunfadora, como retándome a desmentir lo que todos veían.

En todas las expediciones siempre acabamos discutiendo, le he dicho siempre que exagera demasiado en sus detalles, pero esa tarde dejé que deslumbrará a nuestros acompañantes extranjeros, que escucharon con atención el relato que hizo sobre el lugar en donde se celebra al Señor de Esquípulas. Según él era un centro de culto a la deidad solar y observatorio natural de los antiguos zapotecos. Después nos orientó desde aquella playa en donde estábamos, señalándonos por dónde estaba la isla llamada Cerro Cristo, otro lugar sagrado, en donde existe una cueva en donde la Iglesia sorprendió al último rey zapoteca junto con otros sacerdotes zapotecos, que el soberano mandó a traer ex profeso del valle de Oaxaca, para rendirle culto a sus deidades, en eso estaban cuando fue sorprendido por un fraile que lo acusó de herejía, a lo cual siguió un largo juicio en donde el rey le fue quitado todas sus posesiones, el rey que vivía en Jalapa del Marqués (sic) murió de camino de regreso de México, supuestamente fue envenenado, etc, etc..

El resto de la tarde la pasamos entre la gente venida de San Blas y otros pueblos, que al no poder ir hasta Guatemala se contentaban con estar en la pequeña capilla, encomendar a sus hijos al santo, “meterlos al baúl” como se dice en zapoteco y comprarse sus dulces. Felices quedaban los pequeños con su cinta anudado al cuello mientras sus padres se refrescaban tomando cerveza.

Nos llegó la noche y aunque yo quise que regresáramos a Juchitán nadie me hizo caso, y como el chofer y dueño del carro que nos trajo era aquél contador de historias, que también se complacía en contradecirme, disfrutó su venganza llevándome la contraria.

En el cielo, ese cielo a la que nunca ponemos atención  los que vivimos en la ciudad, y sólo la contemplan los pescadores y las personas que acostumbran dormir a la intemperie, vi una reunión de estrellas, como si esa noche hubiera fiesta y las luces del cielo las hubieran limpiado y pulido para resplandecer mejor.

Brillaba con singular belleza el planeta Venus, que como dice el poema de José Lezama Lima: “iba mojando sus puntas en otra estrella enemiga”. Aunque la estrella que nuestros abuelos llaman “beleguí o estrella flojo” porque aparentemente se levanta tarde a brillar intensamente en la madrugada cuando las otras ya se han ido a descansar, no tiene rival ya que, según lo que nos enseñaron en la escuela, es el planeta más brillante sólo superado por el sol y la luna. Su resplandor ha  cautivado a tantos que hasta en los rezos escuchamos su nombre, nuestras madres y abuelas la comparan con la imagen pura y santa de la madre amantísima: la Virgen María que es en la letanía “lucero de la mañana”, aunque también es la estrella del atardecer cuando aparece por el oeste.

Resignado, me fui a rumiar mi frustración cerca de la playa, ahí tendido y mirando hacia la encendida altura de la noche me venció el señor del sueño, seguramente mientras observaba cómo se erguía venus en el horizonte marino, cada vez más resplandeciente mientras la noche caminaba a su fin en las primeras horas del día siguiente, mientras las otros conjuntos de estrellas se marchitaban, como las Pléyades “las siete hermanas” Bigadxe se despedían y luego el Cinturón de Orión o Bichona.

De mi corto sueño, retuve en unos instantes un suceso maravilloso: un ser de una sonrisa tan resplandeciente y dulce como la estrella misma se acercó a mi, y platicamos fluidamente en la lengua de mis ancestros, nunca antes una conversación en la lengua za me había sido tan placentera como en ese sueño, era dulce como cuando de niños mascábamos caña de azúcar, aquel oasis onírico, como un espejismo se acabó abruptamente luego del fuego quemante de un beso y el encuentro de mi cuerpo frío con el calor de su cuerpo incendiado.

De lo que platicamos ya no me acuerdo, cuando quise salvar del olvido todas las frases maravillosas que me dijo y le dije, no había papel y pluma para escribirlo, su rostro como sus promesas se borraron de mi mente como las marcas hechas en la arena, como los niños olvidan sus encuentros con las hadas.

Apenas me levanté, corrí angustiosamente hacia aquél contador de historias, quería que de su repertorio de mitos sacara uno para darme una explicación de mi sueño.

Mi amigo al ver mi desesperación me dijo que aquella noche en la Santa Cruz del Mar de Xadani, se celebran varios acontecimientos celestes, entre ellos cuando el año solar coincide con el año de Venus, que sólo sucede cada ocho años. La celebración en aquella playa, es en realidad la celebración de la coincidencia de los cinco ciclos de Venus y los ochos años solares de la tierra, noche en que la estrella del alba alcanza su mayor brillantes.

Agregó otro dato que llamó la atención de los extranjeros que en ese año venus pasaba delante del sol y que este fenómeno volvería suceder hasta 2117. Aunque de por sí cada año el máximo esplendor del planeta Venus se percibe en febrero, más específicamente el 9 de febrero muy cerca del 15 que se celebra al Cristo Negro.

Como no había hecho nunca, le creí como si fuera un sortilegio y desde aquella noche cuento los años, y aunque faltan todavía muchos para volver a su tránsito, acudo a la laguna en la misma fecha, con la esperanza de que la divinidad acuda a mis sueños otra vez.

Gerardo Valdivieso Parada

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