Región

Xenofobia, racismo y violencia ante la ola migrante

Gerardo Valdivieso Parada

 

Qué lejos está la solidaridad que recibió la primera gran caravana migrante que llegó al Istmo, además de que las autoridades municipales no sólo dieron un espacio para descansar también les ofrecieron a sus miles de integrantes sus tres alimentos, incluso organizaciones civiles y colectivos algunos ligados a la Diócesis de Tehuantepec estuvieron coordinando la caravana, consiguiendo atención médica, asesoría y evitando incidentes entre los migrantes y con los lugareños.

Al paso de varias caravanas y del incesante fluir de migrantes, que no dejan de pasar y han aumentado agregándose de otros continentes y razas, los presidentes municipales de la zona oriente, no sólo ya han desistido de la ayuda que antes daban sus antecesores, ahora hasta prohíben la entrada a sus poblaciones como el caso de Zanatepec o se unen al rechazo a los migrantes como el caso del edil de Niltepec, que alienta a la población a cerrarles las puertas porque se enteró que un migrante le robó un celular a una anciana, pecado por la que deben pagar todos los demás, esto ante el paso de una caravana de poco más de mil personas.

El hartazgo de algunas personas se ha hecho patente, se quejan que los espacios públicos como parques, calles y aceras huelen mal por las necesidades fisiológicas de los migrantes que se quedan por algunos días y son relevados por otros, sin que el fluir de personas pare. Esto ha llevado a que las autoridades a desalojar algunos campamentos de migrantes como sucedió en el jardín Morelos en la capital oaxaqueña en donde policías municipales y gentes del Instituto Nacional de Migración (INM) desalojaron una noche a 150 migrantes entre mujeres y niños. Luego del desalojo los vecinos destruyeron lo que quedaba, hartos.

Esta molestia inició por reflejarse en Ixtepec por ser el paso del tren que servía de transporte para los migrantes antes que el gobierno lo prohibiera e instalarse el albergue Hermanos en el camino, muchos pobladores empezaron a culpar a los migrantes de robos y que en cada esquina se topaban con un migrante que les pedían dinero. Actualmente es el reflejo en todos los pueblos del istmo, los migrantes caminan las calles pidiendo dinero, se apuestan a la entrada de las tiendas, los bancos, atestan los terminales de autobuses.

A la xenofobia se agrega el racismo contra la población afro, “los negros” son los objetivos preferidos para cobrarles de más, de criticarlos porque obtiene  dinero, “quién fuera un haitiano para esperar solamente para ir a cobrar el depósito” escriben con envidia en las redes sociales, los negros que tienen dinero y se hospedan en hoteles deberían comportarse con más humildad ya que se creen mucho, exclaman algunas personas.

Los problemas por el flujo migratorio también aparecen entre los mismos migrantes, como el que haya peleas entre ellos en el Centro de Movilidad Migratoria ubicada en la parte oriente de la ciudad, como la que los medios reportaron de una pelea entre un grupo de haitianos con venezolanos, en la que la policía intervino para no llegara a mayores. Los vendedores del centro comentan que las peleas se dan con regularidad en este espacio en donde están hacinados.

Las autoridades municipales no han estado a la altura del flujo migratorio, se lavan las manos al traspasar la soluciones a otras instancias, después de todo los migrantes no les redundan en votos.

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