Cultura

“Era directo y te decía tus cosas de frente sin rodeos ni consideraciones”: Vicente López el chofer de Charis

Este lunes se conmemora los 127 años de su natalicio del general juchiteco

Gerardo Valdivieso Parada

Juchitán, Oax.- Cuando salían de Juchitán rumbo a la capital del estado el general Heliodoro Charis Castro solía tararear las coplas de la Tortolita (Gugu Huiini’), para después dormir todo el trayecto en el enorme taxi que manejaba Vicente López, que a sus 86 casi 90 años recordó las múltiples ocasiones en que le brindó el servicio al ilustre soldado juchiteco.

En su taxi cabían en la parte trasera hasta cuatro personas cómodamente sentadas y en la parte de adelante otras dos personas con el chofer, “las unidades eran grandes no como ahora que son muy pequeños” recuerda el taxista que trabajó como ruletero cerca de 50 años, y brindó el servicio de Juchitán a Oaxaca a distintas personas, desde gentes importantes hasta enfermos que tenían que ser trasladados de urgencia a la capital.

El general Charis era su cliente más asiduo “salíamos a las 4 o 5 de la mañana, tenía que estar puntual si no quería ir a parar a la cárcel si le fallaba al general, que en ese entonces ponía y quitaba autoridades”. En la lengua zapoteca Ta Vicente agrega que el general además de no faltarle en el cinto su pistola 45, llevaba siempre a dos escoltas, algunas veces invitaba algunas personas o a su esposa, pero los dos pistoleros nunca faltaban.

“Nos deteníamos en El Camarón para desayunar, el general se terminaba su botella de mezcal y luego desayunaba, de forma muy abundante, por cierto, le entraba a toda la comida, de ahí dormía todo el trayecto; en Oaxaca nos hospedábamos en el hotel Nueva China en donde el general cambiaba su ropa de manta por otras ropas para irse al Palacio de Oaxaca”.

Conocido por su cercanía a la gente y su bondad, cuando se sentaba a comer en los restoranes del zócalo, se le arremolinaban los vendedores de lotería “a todos les compraba, yo le decía que si se sacara el gordo de todos las series que compró ya se hubiera vuelto archimillonario, nunca se sacó nada”.

El general era alegre, bromista y lépero en el hablar: “era directo y te decía tus cosas de frente sin rodeos ni consideraciones, así era incluso con las mujeres que a veces viajaban con él”. Generalmente después de resolver sus asuntos en la capital oaxaqueña despedía al taxista pagándole la totalidad de su cuota “se subía al tren a un pulman y se iba a México”.

EL GENERAL, EL CACIQUE

Como buen taxista Ta Vicente estaba enterado de todo los aconteceres políticos recuerda que el general Charis era el que imponía a los presidentes municipales, el general tenía a dos preferidos: Efrén Villalobos y Fino Pineda, cuando el primero era asignado presidente el otro fungía de tesorero  y al revés; Charis también asignaba al comandante y demás puestos, hasta el cobrador de impuestos en el mercado.

“Antes nada más había dos partidos el PPS y el PRI, para esto él mandaba a llamar a la gente para darle a conocer su decisión, la gente se reunía pero para esto un día antes ya había traído varias cabezas de ganado para ser sacrificados para la comida que ofrecía, hasta los niños nos tocaba comida y refresco que en ese tiempo era solamente soda. Recuerdo que tenía como 10 años cuando entré a la casa del general, nunca nadie nos restringió la entrada o nos negó la comida por ser niños, nos tocaba parejo”.

Como su taxista exclusivo Ta Vicente se enteró de algunos sucesos como que la Planta Impregnadora se instaló gracias a la sugerencia del general “andaban buscando el terreno para poner la Planta impregnadora, lo querían poner en Ixtepec pero no había terreno y en Matías Romero también, cuando le dijeron al general les dijo ‘en Juchitán hay terreno de sobra’ por eso se construyó acá, los terrenos lo tomaron gratis no les costó”.

De la relación del general con los altos funcionarios se lograrían bastantes obras algunas no llegaron a concretarse “era muy amigo del gobernador Pérez Gasca que le prometió instalar una pesquería en Xadani, él dijo que hubiera preferido instalarlo en Álvaro Obregón, pero al final no se hizo”.

En la colonia Alvaro Obregón se estaba más tiempo el general Charis quién se trasladaba diariamente en su caballo hasta la agencia de Juchitán, “tenía unos caballos enormes, quién sabe de dónde trajo la semilla, antes sólo así se podía llegar a Álvaro Obregón. En aquél tiempo el impartía justicia, cuando alguien cometía asesinato le interrogaba ‘dime la verdad ¿cómo lo mataste?’ cuando la gente confesaba que en defensa propia lo mandaba a Álvaro Obregón.”

Cuando el general no iba a Alvaro Obregón era porque estaba enfermo ya que padecía de diabetes, cuando padecía alguna crisis era atendido en su rancho en Juchitán y cuando sus crisis diabéticos eran muy graves, Ta Vicente tenía que llevarlo a Tehuantepec para que lo atendiera el médico más prestigiado de la región el doctor Facundo Génico Salinas:

“Lo trasladaba hasta su consultorio que estaba en pleno centro casi enfrente del palacio municipal, ahí quien estuviera en la sala, él entraba directamente, eran muy amigos, apenas entraba al consultorio se escuchaban las charadas que se decían entre ellos. Estaba él vivo cuando mataron al doctor Génico, se enteró muy tarde y no pudo actuar a tiempo para salvarlo.”

Del trato del general con su pueblo recuerda que recibía a todo mundo: “si alguien llegaba por una recomendación no lo hacía esperar, inmediatamente ordenaba a su escribano que fue el maestro Mariano Escobar, que además fue su maestro el que le enseñó a escribir, para redactara el documento.”

Vicente López enumeró los cargos de general como diputado y senador de la República, “hubiera sido gobernador si hubiera ido a la escuela y supiera más cosas, porque él obtuvo sus grados por su huevos.” Aún así recuerda hizo mucho por su pueblo incluso obras que él propició y que no alcanzó a ver concluidos como el Instituto tecnológico del Istmo.

 

Ta Vicente recuerda que en ese entonces sólo había un sitio de taxis con apenas 10 unidades del sitio San Vicente, que llenar el tanque de gasolina costaba 23 pesos, que la dejada a Ixtepec por persona era de 2 pesos y el camino era de terracería, y que en algunas partes de la ciudad era imposible entrar en taxi como Cheguigo Sur por ejemplo. Y muchas historias más y anécdotas de su extensísima memoria que sus casi 90 años mantiene vivos como si hubieran ocurrido apenas ayer.

 

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