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Don Arturo dejó que la iglesia de Tehuantepec fuera protagonista, no centralizó: Padre Nei

Gerardo Valdivieso Parada

Juchitán, Oax.- El día de la ordenación del padre Juan López Ruiz había viento, fue en la iglesia de su pueblo natal Unión  Hidalgo y estuvo a cargo del obispo Arturo Lona Reyes. Afuera del templo se acondicionaron stands de fiesta en el atrio para la gente. La homilía bordó a propósito del  aire, del viento que acompañó a los profetas y al mismo Jesús en la soledad del desierto de Israel, «como hoy -decía inspirado el padre obispo- que este viento azota a mis primas las lonas».

La escena ilustra dos características destacables del obispo de los pobres: la de ordenar a sus sacerdotes en sus pueblos de origen delante de los suyos y no en la catedral como se acostumbra, y su alejamiento de la formalidad y acartonamiento de la liturgia volviéndola sencilla, al nivel del pueblo y con chispas de alegría como la de no tomarse en serio su investidura como jerarca de la iglesia.

Ranulfo Pacheco López, párroco de Esquipulas en Séptima Sección de esta ciudad, también fue ordenado por el obispo de los pobres en su lugar de origen en el pueblo zapoteco de Asunción Tlacolulita en el Distrito Yautepec, en 1978:

“Quiso que estas ceremonias que se ‘encierran’ en Catedral en donde se celebran las ordenaciones de diáconos, presbíteros de obispos, se celebrarán en los pueblos en donde uno había nacido y así podía estar la gente de uno participando en una ceremonia que de otra manera no habían podido saborear, porque la liturgia se tiene que saborear sino no tiene sentido”.

Las ordenaciones en los pueblos servía también como un elemento de promoción vocacional al llevar la ceremonia de la ordenación sacerdotal cerca de la gente para que  presenciar los pasos de la liturgia, incluso ordenó a sacerdotes originarios de otras diócesis.

Para el que fue vicario general por seis años del obispo cuando era titular de la Diócesis de Tehuantepec, éste estaba más allá de cuestiones dogmáticas es decir se saltaba las reglas llevándolo a la liturgia:

“El celebraba la vida y donde estaba la vida él gozaba y hacía sus celebraciones litúrgicas muy vivas, se nos enseñó en el seminario que fuera de los presbíteros nadie puede tener acceso al presbiterio que es donde está el altar: él a la hora de la misa llamaba a los niños y los sentaba ahí a sus pies”.

Al contrario de la mayoría de los obispos que por su investidura se distancian de la gente, el obispo de los pobres iba al encuentro de los fieles, desde la entrada del templo en las misas se tomaba su tiempo para saludar a la gente y besar a los niños, y en los momentos más efusivos como el saludo de la paz bajaba del altar para confundirse con la gente.

“Sus predicaciones, apasionadas encendídas, él decía no me especialicé en teología porque la mejor escuela de teología es la vida, teología es el discurso y la reflexión que hacemos acerca de Dios, hay una teología basada en principios, fundamentos, dogmas y hay una teología que nace de la vida, ¿cómo va la vida del pueblo? y desde ahí sentir la presencia de Dios, reflexionar Su presencia juntamente con la comunidad”.

El párroco de Esquipulas expuso el lema del obispo: los pobres me evangelizan: “el pueblo te da los elementos para que vaya descubriendo más quién es Dios y cómo está Dios en medio de ellos, a veces aprende uno más de quienes ni la primaria terminaron o no fueron a la escuela porque son gente que sirve a su pueblo a su comunidad, se entregan a causas de justicia, cómo Dios se nos escapa de las aguas y camina por las calles”

Por eso el obispo abrazó la Teología de la Liberación que es “descubrir como Dios está pasando y liberando a su pueblo, como Dios se opone a todas esas situaciones que oprimen y aplastan a la gente”.

Puso el ejemplo de la liberación de Dios del pueblo de Israel: “el amor de Dios al pueblo de Israel esclavo en Egipto lo lleva a liberar al pueblo y en ese momento marca al pueblo de Israel para siempre de hecho la Pascua era la celebración de eso, pascua, paso, libertad, esclavitud a libertad”.

Una liberación no sólo espiritual sino de las estructuras políticas, económicas, sociales que aplastan como Jesús curó a los enfermos, procuró a los niños, se puso de lado de la mujer, “que no tenían valor en aquellos tiempos es una práctica liberadora y esa lleva al bienestar, a la dignidad y a la misma salud del cuerpo”.

Por eso todos los proyectos del obispo en las comunidades partió de un análisis de la realidad de la que nacieron las cooperativas de consumo como las tiendas comunitarias, servicios como los caminos y transporte, cooperativas de cría de ganados, peces y pollos y cooperativas de ahorro y crédito.

El ánimo de las cooperativas llego a involucrar incluso a pueblos de otras diócesis vecinas que constataban la transformación que estaban haciendo el obispo en las comunidades que estaba de la mano con el trabajo pastoral:

“cada dos meses había reuniones para oración, formación, retiro de los cooperativistas en distintos pueblos en algunos había que caminar hasta doce horas ahí iba don Arturo, ahí estaba, qué sentimiento de la gente de sentir que el obispo estaba ahí con ellos, ¡cómo lo querían!, como lo queremos todavía”.

El sacerdote dijo que una de las enseñanzas fundamentales de Don Arturo era la felicidad “nos enseñó a ser felices, no se vale estar tristes decía”, a pesar de todas las adversidades que el obispo acumulaba por sus acciones liberadoras y que constató como su vicario general en la Diócesis:

“Tenía problemones, amenazas, se  conocen algunas pero había muchas otras, que no se habló, que hicimos como que no sabíamos, muchas fueron apagándose y otros se mantuvieron de grupos que se vieron muy afectados por el trabajo de Don Arturo”.

En su relación con los sacerdotes expuso que era muy exigente pero también sabía de su importancia, desde que fue nombrado obispo pero aún no ordenado su primera visita fue al seminario a conocer a los seminaristas, el entrevistado era seminarista en el Seminario General del Sureste en Tehuacán.

Su autoridad nunca fue vertical sino horizontal, en las asambleas no imponía su parecer sino la de los que estaban más involucrados con la comunidad como los sacerdotes ya que consideraba que eran los que “llevaban el peso del día y del calor, que es una frase del evangelio”.

“Dejó que la iglesia de Tehuantepec fuera protagonista, no centralizó, y eso fue bueno, porque a veces no se puede hacer nada si el obispo no dice la última palabra, hay cosas en que los laicos, los sacerdotes las religiosas no podemos hacer hasta que el obispo no da la última palabra”.

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